Cuentos Infantil para niñ@s, escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos
Berta era una gata persa que vivía en un chalet de una urbanización de lujo en las afueras de Barcelona, en España. Nació allí, y desde siempre se había dedicado a lo que un gato persa puede dedicarse, que es descansar y dormir. Sus dueños, Felipe y Sandro la cuidaban muy bien, y gozaba de una salud excepcional, gracias a sus cuidados.
Berta estaba muy contenta con su vida, pero había algo que no le gustaba del todo. Su raza, la persa, tenía fama de ser muy vaga, a veces les llamaban los tigres del sofá, porque se podían pasar horas completas tumbados sin hacer nada más que dormitar y mirar a través de la ventana, y eso a Berta no le convencía.
Ella se sentía diferente al resto de gatos persas, incluso en algún momento se llegó a plantear si quizás no fuera de raza pura, y tuviera mezcla con la raza siamesa, que destacaba por la curiosidad que expresaba.
Cuando Berta cumplió los siete años, se empezó a plantear su vida de otra manera. Cada día salía un poco más de su papel de gata adormilada, y se dedicaba a rastrear el jardín en busca de ratones despistados. Al poco tiempo de iniciar esa práctica, comenzó a subir y bajar las escaleras del chalet, iba corriendo a despertar a sus dueños y salía a jugar con la gata vecina a través de las arizónicas.
Felipe y Sandro la llevaron al veterinario, estaban algo preocupados por el cambio de actitud de su gatita, que siempre había estado a sus pies en las alfombras del salón, o como mucho, encima del sofá hecha una rosca. La veterinaria, después de hacerle una revisión completa, no apreció nada extraño en Berta, aunque si le pareció raro el giro que estaba dando a su carácter.
Berta salió muy satisfecha de la visita a su veterinaria, quizás algo indignada con sus dueños, habían tenido que llevarla a revisión para comprobar que no le pasaba nada, ¡un gato también tenía derecho a cambiar su vida!, eso era algo que les iba a costar entender.
La gatita siguió con sus cambios, hasta que un día estaba tan entretenida persiguiendo a un grupo de mariposas de colores, que se salió por la puerta del jardín hacia la calle. Cuando quiso darse cuenta estaba perdida en mitad de una calle que no conocía y se estaba haciendo de noche.
Muy asustada, se metió en la primera papelera que encontró, y allí se quedó esperando a que pasara algo que le recordase cómo volver a casa. Después de varias horas durmiendo, la despertó otro gato que de manera estridente no paraba de maullar. Berta asomó la cabeza y se encontró con un gato siamés mirándola con cara de pocos amigos.
Berta quiso salir corriendo, pero el siamés le dijo:
- “¿Eres tú la gata persa que toda la urbanización anda buscando desde anoche?”.
- “Sí, soy yo, me llamo Berta”.
El siamés le explicó que él al enterarse de su pérdida, salió de su casa para buscarla, porque le habían comentado otros animales cuando fue al veterinario, que una gata persa iba por ahí haciendo de gata siamesa, y el siamés se quedó con la duda, y quería conocerla.
Estuvieron charlando durante mucho tiempo, hasta que unas linternas desde lejos, les devolvieron a la realidad. Berta volvió con sus dueños, y al irse le guiñó un ojo al siamés. Habían estado hablando de emprender alguna actividad conjunta, y crear una comunidad de gatos emprendedores.
Así fue como Berta sin darse cuenta se convirtió en la primera gata persa emprendedora de la historia, y como el gato siamés se enamoró de una gata persa. Juntos emprendieron un camino de amor, tolerancia y creatividad, que les llevó a ser la pareja de gatos más famosa de Barcelona.
FIN
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